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La Leyenda

 

Santiago, hijo mayor de Zebedeo, se dedicó a predicar tras la muerte de Jesús.  Algunos textos orientales y martirologios como la Passio latina dicen que predicó en Judea y Samaria.  Los griegos ortodoxos, coptos y etíopes afirman además que se dedicó a predicar a los judíos de la Diáspora. En la historia cristiana conocida como leyenda áurea de Jacobus de Voragine, se cuenta que después de ello, Santiago vino a la Hispania Romana junto a nueve discípulos.

 

Según ésta leyenda Santiago solo convirtió a siete personas en toda España, los siete de Zaragoza, y dado el poco éxito de su misión regresó a Jerusalén dejando en España a dos de los nueve discípulos para que siguieran evangelizando a los hispanos. 

 

A su vuelta en Jerusalén un mago llamado Hemógenes envió a su discípulo preferido, Fileto, a donde el apóstol se hallaba predicando, para que tanto él, como un grupo de fariseos que le acompañaban y sobre los cuales ejercía el cargo de jefe, tratasen de convencer a los judíos de que todo lo que Santiago les predicaba era falso.

Pero Santiago, a base de argumentos y de muchos milagros presenciados convenció a Fileto ante numeroso público de que cuanto enseñaba era verdadero. Fileto entonces regresó junto a su maestro Hermógenes y le contó detalladamente los prodigios de los cuales había sido testigo.

 

Fileto manifestó que cuanto el apóstol decía era verdad, y además él mismo estaba dispuesto a aceptar su doctrina. Al oír esto Hemógenes, indignado y recurriendo a sus artes mágicas, inmovilizó a Fileto de tal modo que, por más que éste lo intentaba, no lograba mover ninguno de los miembros de su cuerpo.

Santiago liberó a Fileto de su parálisis con un simple pañuelo y hasta consiguió convencer a Hemógenes, que se convirtió en uno de los más fieles seguidores de Santiago, cambiando sus oscuros libros de magia por seguir al apóstol.

 

Tal fue la reacción de los judíos ante la conversión de Hemógenes que apresaron a Santiago y lo llevaron ante el rey Herodes Agripa quien lo condenó a muerte. Pero Santiago iba haciendo milagros incluso mientras caminaba hacia el lugar en el que iban a degollarlo.  Está escrito que la degollación de Santiago ocurrió un 25 de marzo, es decir, en fecha similar a la de la anunciación y encarnación de Jesus. Y un 25 de julio, cuatro meses más tarde, fue trasladado a Galicia.

 

Muchos escritos confirman que los santos mártires como Santiago y su capacidad de obrar milagros convencían a los más arduos, y que fueran objeto de culto y seguimiento incluso después de muertos.  Las gentes debían pensar que si obraban milagros en vida, bien podían hacerlo tras la muerte.  Sobre todo siendo la vida eterna parte de la doctrina cristiana, y la continuación de la misma después de la muerte.

 

En los siglos V a VII tales milagros hacían que ejércitos, viajeros, y creyentes en general recurrieran a los mártires con la esperanza de obtener poderes, para ganar victorias o curar enfermedades.

 

Aunque la Passio y otros Actos e Indices, de acuedo con Hch 12,2 ponen la muerte de Santiago bajo Herodes alrededor del año 42, y la sitúan casi siempre en Jerusalén, añadiendo algunos ibique sepultus est, es notable que no haya noticia de un culto sepulcral, al menos duradero, en Jerusalén ni en otro lugar de Palestina.

También se relata que Santiago vino a España a predicar en el manuscrito del siglo VII de San Isidoro de Sevilla que escribe “De Ortu et Obitu Patrum (la vida y muerte de los santos) qui in Scriptura laudibus efferuntur”. En ese escrito se dice lo mismo, que Santiago viajó a España a predicar "...Spaniae et occidentalium locorum Evangelium praedicavit et in occasum mundi lucem praedicationes infudit".  Pero más concretamente Isidoro de Sevilla dice que “Santiago predicó el Evangelio en España y en las tierras occidentales e introdujo la predicación en “in fine-terrae” – en el fin de la tierra, el actual Finisterre, que es el lugar donde los romanos pensaban que se acababa el mundo conocido. 

 

En el siglo IX, Floro de Lyón escribe: “los huesos de Santiago, trasladados a España, fueron depositados en su extremo, es decir, frente al mar Británico, y reciben allí culto con veneración famosísima de aquellas gentes”.

Tanto en el libro de San Isidoro como en el documento, “Breviarium Apostolorum”, también de principios del siglo VII se afirma que su cadáver fue sepultado en “Arca Marmórica”.

Y nadie sabe hasta hoy qué quiere decir eso.  Este término se escribe de varias maneras:  Acha o Achi (Aca - Aci) o Achaia (en copias tardías, Arca, Arce) y Marmarica o Marmorica.  Podría indicar según los expertos un traslado, o incluso hace pensar en un “arca de mármol.

También hay otros textos que hablan de los apóstoles diseminándose por el mundo para predicar, y que también apuntan a Santiago viniendo a España. 

A partir de los siglos VII-VIII, Santiago (que antes no se contaba entre los Apóstoles de culto extendido) comienza a tener iglesias dedicadas y veneración de reliquias en Galicia, Francia e Inglaterra lo que requiere un foco, un sepulcro, donde quiera que estuviese, pero cerca.

San Aldhelmo de Malmesbury en Inglaterra escribe un poema, tambien a finales del siglo VII, que dedica al altar de Santiago dentro de una basílica y tambien señala la predicación del apostol en España: "primitus hispanas convertit dogmate gentes".

 

Más tarde van apareciendo otros elementos de apoyo a esta tesis, como el himno a Santiago O Dei verbum, de la Liturgia hispana del siglo VIII en el reino de Asturias, que también asigna a Santiago en España argumentando que se cumple asi la petición de que los Zebedeos estuviesen a derecha e izquierda en el Reino de Jesús: Juan en Asia, y Santiago en Hispania.

 

Es ya a partir del siglo XI que se hace de dominio público, extendiéndose por los dominios de la Iglesia occidental, el hecho que Santiago estuvo predicando en España.

 

A la muerte por decapitación de Santiago sus apóstoles decidieron trasladar el cuerpo del Santo a Hispania, tal vez ahora pudiera convertir a los hispanos puesto que el cuerpo sin vida del santo aún tenía poderes de crear milagros.  Los discípulos embarcaron en el puerto de Jaffa en un barco que comerciaba con piedra en la parte costera de Galicia y  el cuerpo del Apóstol  fue así llevado a tierras gallegas.

 

Cuando el barco pasaba a la altura de Bouzas se estaban celebrando las bodas del príncipe Lobecio Privano (hijo de la Reina Lupa y de Lobo Lobecio) con Caya Valeria (hija de Caya Lobia y de Puctonio Marcelo), por lo cual los apóstoles hicieron una parada junto a la tripulación del barco.  En aquella época los barcos costeaban lo más que podían para reducir los riesgos de la navegación en alta mar, y sobre todo por costas tan peligrosas.

 

En aquel momento el príncipe, que estaba participando en un torneo caballeresco, tuvo la desgracia de caerse al mar y hundirse precipitadamente tras el gran peso de la armadura que llevaba puesta.  Los discípulos de Santiago que fueron testigos del hecho rezaron al apóstol por su vida y milagrosamente hicieron que el cuerpo flotara.

 

Ese mismo día, la embarcación que llevaba el cuerpo del Apóstol se adentró por la ría de Noela (Noia) deteniéndose en un lugar llamado Iria Flavia.  Iria Flavia estaba dentro de los dominios de la Reina Lupa (Atia Moeta), esta acrópolis también era llamada en las leyendas como Castro Lupario, lo que hoy en día conocemos por Padrón.  La Reina Lupa, señora de Finisterrae, era el sobrenombre dado a la romana Doña Claudia Lupa, hija de Don Cayo Julio Cesar (Dictador de Roma) y de Doña Cornelio Cinna (Princesa de Cornelia). Cuando su padre pasó triunfante a dirigir en Roma, la dejó a ella en Galicia, donde se desposó con Don Lobo Lobecio, señor de Castro Lupario, a quien el Emperador Augusto nombró régulo, una especie de cónsul.

 

Allí junto a una piedra de venerar de la Iglesia de San Jacobo y con idea de pasar la noche ocurrió otro milagro. Junto a la piedra de San Jacobo los discípulos cansados del viaje depositaron el cuerpo encima de otra piedra que milagrosamente se fundió tomando la forma de un sarcófago.  Los discípulos interpretaron el hecho como una invitación divina a buscar pronto y cerca el lugar definitivo para la sepultura del apóstol.  Dos de los discípulos, Teodoro y Atanasio, dejaron el cuerpo en el milagroso sarcófago y se dispusieron a encontrar un lugar más adecuado para la sepultura definitiva.

 

Teodoro y Anastasio se dirigieron al palacio de la Reina Lupa con intención de solicitar un lugar donde sepultar a su maestro, pero la Reina desconcertada los engañó y los envió a Dvgivm en Cabo Neiro (Duio-Fisterra), un lugar donde vivía el sumo sacerdote del Ara Solis, llamado Regulus,  quien desconfiando de los intrusos los mandó apresar tal y como esperaba la reina. Mientras Teodoro y Atanasio estaban prisioneros en su celda, unas luces aparecieron durante la noche formando una puerta invisible en el muro y por allí escaparon.

Los dos discípulos fueron de inmediato perseguidos, pero estos cruzaron un puente que había sobre el río Támara (Tambre) y el puente se hundió inmediatamente después de ser cruzado, tragándose y ahogando a los soldados que los perseguían.

 

Mientras tanto y nada más partir los discípulos hacia Cabo Neiro, la reina había ordenado traer los restos del Apóstol a su presencia, pero cuando los soldados se dispusieron a sustraer el cadáver del féretro de piedra, el cuerpo se elevó por sí sólo hasta la cima del Pico Sacro impidiendo su retirada.  El Pico Sacro es una pequeña montaña de unos 600 metros de altitud que se encuentra en el Valle del Ulla y que se puede divisar desde unos 30 kilómetros a la redonda.

 

Teodoro y Atanasio, ya de vuelta, se dirigieron de nuevo ante la presencia de la Reina y le pidieron una carreta y una pareja de bueyes con los que trasladar los restos del maestro a una sepultura.  Pero una vez más la Reina quiso engañarlos y los envió al monte Ilianvs donde aseguraba que en sus laderas estaban los mejores y más mansos bueyes de toda Galicia.

 

Al llegar allí los discípulos encontraron a los bueyes pero éstos eran salvajes, y lo peor de todo es que había también un feroz Dragón con ellos.  Las bestias atacaron a los dos discípulos, que consiguieron mediante sus rezos y la repetida acción del signo de la cruz dominarlas a todas.  El dragón explotó en llamaradas y los bueyes se volvieron mansos.

 

Años más tarde, en 1676, el canónigo lectoral de la Catedral de Santiago, el doctor don Pedro de Valdés Feijoo y Nóboa, fundaría una capilla dedicada al Apóstol en la ladera de este monte, para recordar el milagro de los toros amansados. Es la capilla o santuario del Santiaguiño que en1724 fue trasladada desde su lugar originario, en la Campa do Carballo o Campa de los Romeros, hasta el lugar de Outeiro donde se encuentra actualmente, y por el que pasa la ruta de los peregrinos a Santiago procedentes del Sudeste. Al lado de la capilla se encuentra una fuente de piedra con dos estatuas del antiguo coro románico de la Catedral de Santiago (del Maestro Mateo), un bajorrelieve con la escena vivida por Anastasio y Teodoro en este lugar, y una larga inscripción que relata lo acontecido.  La fuente recuerda el sitio donde los bueyes hicieron brotar el agua del suelo con sus pezuñas.

La Reina Lupa quedó impresionada por todos estos milagros, viendo salir a los discípulos una y otra vez de todos los peligros, y escuchando a sus soldados explicar cómo los restos del Apóstol habían volado ellos sólos al pico sacro, y además que su querido hijo había sido salvado de ser ahogado milagrosamente al paso del barco del Apóstol. Decidió entonces convertirse al cristianismo y fue bautizada allí mismo, ofreciendo su palacio como mausoleo para el apóstol.

 

Pero los discípulos no aceptaron, ellos iban buscando otro lugar, buscaban una señal divina que decidiera el lugar de final de la sepultura, por lo que rechazaron el ofrecimiento de la Reina y recogieron el cuerpo de la cima del Pico Sacro.  Lo subieron a una carreta tirada por los bueyes que antes eran salvajes y retomaron su camino.

Los bueyes fueron llevando el cadáver sin que nadie les guiase, y los discípulos seguían detrás, pero en un momento del camino los bueyes tenían mucha sed y escarbaron con las pezuñas en la tierra.  De la tierra brotó agua potable milagrosamente, y formando la llamada fuente del Franco.  Al poco los bueyes siguieron su camino hasta que se detuvieron en un campo denominado Arcis Marmoricis, en el bosque de Liberdvnvm (Libredón) donde se encontraba una construcción romana que la Reina Lupa había mandado construir para ella y su nieta de dieciséis años, Viria Moeta.  En aquel lugar elegido se construyó un sepulcro, y la Reina Lupa lo donó para sepelio del Apóstol, después se edificó allí mismo la Iglesia Basílica de San Jacobo (Santiago), y la ciudad de Santiago de Compostela se fue formando en torno a la Basílica con el paso de los años.

 

Los restos del Apóstol Santiago se mantuvieron en su Catedral hasta que el Arzobispo Juan de Sanclemente lo escondiera en el siglo XVI por miedo a un ataque de los piratas ingleses, que habían sitiado La Coruña capitaneados por Sir Francis Drake el pirata. El bien conocido poder del apóstol había sido siempre codiciado por otros reinos y los ingleses estaban demasiado cerca.  La intención del arzobispo había sido de trasladar el apóstol al monasterio del Escorial, pero nunca llegó allí.

 

El cuerpo del apóstol estuvo perdido durante 300 años hasta que en el siglo XIX, el canónigo archivero don Antonio López Ferreiro llevó a cabo un trabajo de investigación que le permitió recuperar los huesos.   

Don Antonio López Ferreiro además de ser canónigo y archivero de la Catedral de Santiago de Compostela, también era historiador, arqueólogo, novelista, uno de los fundadores de la Real Academia da Lingua Galega, y un gran amante de los vinos.  Ya en tiempos del canónigo se elaboraban excelentes vinos en la propiedad donde residía, Pazo de Galegos.  En esta propiedad se produce hoy en día uno de los albariños de más reputación y renombre en todo el mundo.

 

El arqueólogo Lopez Ferreiro encontró bajo el pavimento del Altar Mayor una cripta rectangular dividida en dos compartimentos: uno con espacio para una persona, y notablemente asignada a un personaje principal, el Apóstol, y otra más sencilla y con espacio para dos cuerpos más, los discípulos Atanasio y Teodoro. Todo ello rodeado por un corredor con muros de sillares de granito y mosaico. En la cripta había restos de un mármol finísimo, quizás proveniente de un sarcófago. Todo ello revelaba que se trataba de un edificio sepulcral romano, de época imperial, probablemente del siglo I. El mosaico que cubría la tumba del apóstol tenía como motivo fundamental la flor de loto, símbolo cristiano del bautismo y la resurrección; esto indica el carácter cristiano del personaje allí enterrado. Los otros dos sepulcros, más sencillos, estaban simplemente separados por una pared de mampostería. Pero no se hallaron restos humanos y el canónigo siguió investigando.

 

Durante su investigación el canónigo encontró indicios que indicaban que los restos se encontrarían ocultos en el ábside detrás del Altar Mayor. En ese lugar se había construido un altar ante el que diariamente los canónigos cantaban la antífona "Corpora Sanctorum in pace sepulta sunt". Allí se encontró en el pavimento, marcada, una estrella de mosaico sobre la cual se habían pintado en la bóveda los atributos del Apóstol, incluidos el arca y la estrella.

 

Los arqueólogos rompieron el pavimento justo en dicha estrella y encontraron una urna que contenía huesos pertenecientes a tres individuos varones, muy probablemente de los primeros siglos del Cristianismo; dos de ellos de edad mediay el otro con edad más avanzada y presentando claros síntomas de haber sido degollado.  Una muela atribuida al apóstol Santiago, que se encontraba en el relicario de la Catedral, encajaba perfectamente en la mandíbula de este último esqueleto.

 

Tras el descubrimiento el canónigo Lopez Ferreiro regaló una reliquia, uno de los huesos del santo, a la capilla del Santiaguiño y celebró una fiesta en el Pazo de Vista Alegre. Una propiedad cercana a la suya conocida por haber sido morada de Luís López Ballesteros, famoso ministro de Hacienda de Fernando VII.  En el pazo Vista Alegre se celebró una misa en honor del santo apóstol, y Lopez Ferreira, gran amigo de la familia pasaba allí largo tiempo investigando y discutiendo de sus hallazgos.

 

Una noche, mientras el arqueólogo cenaba en el pazo Vista Alegre, bebiendo vino de la bodega de Lopez Ferreiro y comiendo los deliciosos manjares que se cocinaban en el Pazo Vista Alegre se produjo un milagro, una paloma entró por una ventana trayendo una rama de Olivo en el pico, un sirviente la intentó atrapar, pero al hacerlo no pudo, se quedó paralizado.  La leyenda cuenta que la paloma miró tranquila al sirviente y le habló.  El sirviente buscó a los dueños del Pazo Vista Alegre y les comunicó el mensaje que la paloma había transmitido, su mensaje había sido claro: busca allí, el maestro no está lejos, sigue el camino del señor y hallarás el tuyo, bajo la estrella.  Al poco tiempo Lopez Ferreiro encontró la inspiración, y con fé y ciencia encontró al Apóstol.

 

La reliquia del Apóstol se conserva hasta el día de hoy en la catedral de Santiago de Compostela, y se da a besar durante los días de fiesta a creyentes del mundo entero. Los poderes milagrosos del Santo Mártir siguen moviendo montañas.

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